viernes, 8 de enero de 2010

De lo conseguido; y de lo regalado

A menudo tendemos a pensar, es más, a juzgar lo que otros tienen o consiguen. Y en este punto creo que me confundo porque lo que juzgamos es, sin más, lo que otros tienen. Nos importa tres cojones cómo o por qué lo han conseguido; o si lo merecen o no. Vale con juzgar y emitir veredicto. La "sana" costumbre de juzgar es pariente muy cercano de la tan española envidia y, si me lo permiten, su mayor fuente de alimento.


Es harto común escuchar en bares y otros lugares de ocio, no tan frecuentados por quien escribe, a diferentes personajes criticar las bondades de otros, en ocasiones cercanos a ellos y otras no (¿quién necesita conocer a quien critica?), sin siquiera fijarse en la paja (a veces toda una bala) que interrumpe la claridad de su visión.


Por poner un ejemplo, no casual en este caso. Es habitual el treintañero que, a pesar de vivir y, ahora sí personalizo, escribir (con gran belleza y perspicacia en este caso) gracias a la generosidad de sus padres que le dotan de vitualla, fonda y abrigo hasta que éste logre el reconocimiento, (merecido y que a buen seguro llegará), considera que el que a otras personas su familia les ayude a seguir sus sueños es conseguirlos sin ningún esfuerzo. Me pregunto qué diría nuestro ejemplo de conducta si le dijesemos que lo que hace, escribir (repito, de puta madre), carece de esfuerzo; y que si lo hace es única y exclusivamente porque tiene una familia que le arropa y permite dedicarse a lo que más le gusta.


Debo decir ahora, porque así lo pienso, que creo que es deber de una familia ayudar a sus miembros a seguir el camino que ellos hayan decidido; que es lícito vivir en casa de papá a los treinta, que no juzgo ni critico a aquellos que lo hacen, y que si así fuese estaría haciendo caso omiso de la bala que mis ojos albergan.

Lo más sorprendente suele venir de aquel que no sólo juzga, sino que además emite veredicto, y se permite llamar fracasado o perdedor a aquel a quien juzga. Sin saber (o tal vez sí, de ahí sus apelativos) qué es lo que juzga, qué es lo que compone la existencia de cada ser, qué es, al fin y al cabo, aquello que juzga.

El juzgado, un servidor, no juzga; el juzgado solo quiere vivir en paz consigo; y con el juez, que no parte (serlo le daría tan ansiado, o aparentemente ansiado, derecho a juzgar).


También ocurre con frecuencia que quien vive a su manera es incomprendido, vipendiado e, incluso, infravalorado. Lo cual, a esto último me refiero, es algo que suele resbalar por las patillas del sujeto antes de llegar a sus oídos; a no ser que quien juzga, vilipendia e infravalora sea alguien a quien dicho sujeto aprecia. En este caso, que duda cabe, entran en juego los sentimientos. Es aquí cuando podemos herir a aquel que juzgamos, y es aquí donde, desde mi humilde punto de vista, deberíamos ser más cuidadosos a la hora de juzgar.


Así pues quiero, a través de este escrito, romper una lanza a favor de todos aquellos que seguimos nuestros sueños, que no buscamos en el reconocimiento económico el sentido de nuestra existencia sino que lo buscamos en la simple y complicada razón de ser; quiero romper una lanza en mi favor (¿quién si no la romperá?) y en favor de mi gran amigo Domingo C. Ayala, con el firme deseo de que se cumplan todos tus sueños.

Yo, desde do quiera que esté, me alegraré como el que más cuando estos lleguen; y llegarán.

2 comentarios:

  1. Creo que en realidad no has entendido lo que quería decir en mi artículo. A lo mejor es que escribo peor de lo que creía: "lo consiguido sin ningún esfuerzo" es la amistad verdadera, aquella que no se planea ni de la que se espera rédito alguno, no me refiero a que tu familia te haya regalado nada. Y lo de "fracasado" quiere decir que tú también pierdes algo en cada partida del lugar que visitas.

    Pero si quieres confrontación personal ¡las plumas están desenfundadas!

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  2. Lamentable error el mío al leerte y no entenderte que me obliga a disculparme si con mis palabras te he ofendido. El calor del momento, supongo. Y la sorpresa ante lo que ojos leían.

    En cuanto a las confrontaciones personales debo reconocer que no son mi fuerte, soy más amante que guerrero. Además, nada más lejos de mi intención que tener cualquier tipo de enfrentamiento con quien, como sí digo en mi artículo, considero un gran amigo.

    Saludos compañero.

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